¿Cuándo, en dónde y cómo volver a abrir las escuelas?

Stefania Giannini, Subdirectora General de ܳó de la UNESCO; Robert Jenkins, responsable de educación y director adjunto; Jaime Saavedra, director general de prácticas mundiales de educación del Banco Mundial
Han pasado casi dos meses desde que cerraron los centros educativos de más de 190 países, afectando a 1,570 millones de niños y jóvenes, o sea, al 90% de los efectivos escolares a nivel mundial. Estos cierres tuvieron lugar de manera rápida, y tenían como objetivo detener al virus responsable del Covid-19. Inmediatamente, los gobiernos llevaron a cabo medidas para garantizar la continuidad pedagógica mediante plataformas, la televisión y la radio, realizando el mayor experimento de la historia de la educación. La reapertura de las escuelas, se lleva a cabo con mucha más precaución. Según estimaciones de la UNESCO, 100 países no han anunciado todavía la fecha de reapertura, 65 prevén una reapertura parcial o total, y 32 terminarán el año escolar en línea. No obstante, para 890 millones de alumnos, el calendario escolar parece más incierto que nunca.
¿Cuándo y cómo volver a abrir los centros educativos? Se trata de una de las decisiones más difíciles y sensibles de la actualidad política. ¿Es seguro volver a abrir las escuelas o corremos el riesgo de reactivar las infecciones? ¿Cuáles son las consecuencias para la salud mental de los niños y para el desarrollo social de los más jóvenes de estos? ¿Los alumnos que siguen el aprendizaje a distancia aprenden realmente? ¿Cómo las escuelas garantizarán el regreso de los alumnos y ayudarán a quienes han quedado rezagados durante el cierre cuando llegue el momento de abrir?
Esta decisión es compleja, ya que la pandemia sigue evolucionando, y lo hace de manera no lineal. No disponemos de suficientes elementos sobre los riesgos de transmisión. En todas partes, se levantará el confinamiento de manera progresiva. La gestión de este proceso suscita múltiples interrogantes, en gran medida debido a las diversas características del virus que se desconocen. No obstante, a pesar de estas incertidumbres, los gobiernos pueden anticipar y preparar la reapertura de las escuelas para que este se lleve a cabo en condiciones idóneas, adoptando las medidas de protección necesarias.
António Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, hizo recientemente un llamamiento a los diferentes gobiernos y donantes para que convirtieran en una prioridad la educación de todos los niños, incluidos los más marginados. Además, se creó la para ayudar a los gobiernos a mejorar el aprendizaje a distancia y facilitar la reapertura de las escuelas.
Como es de esperar, mientras más larga sea la interrupción escolar, mayor será la pérdida de aprendizaje. Con lo cual, mientras más rápido se abran las escuelas, menor será el riesgo de pérdida a largo plazo en la trayectoria escolar y en el bienestar de millones de niños. Tememos que el cierre prolongado de los centros educativos incremente las desigualdades, agrave la crisis del aprendizaje y exponga a los niños más vulnerables a un mayor riesgo de que sean explotados. Otras crisis nos han enseñado que mientras más niños marginados se ausenten de las escuelas, menos posibilidades tendrán de regresar. Después de la crisis del Ébola, en África occidental, constatamos un aumento de la tasa de explotación sexual y de los embarazos precoces entre las adolescentes, algo que demuestra que las niñas se encuentran particularmente expuestas en el periodo de cierre de los centros educativos.
Las escuelas constituyen algo más que un lugar de aprendizaje. Son el vehículo de protección social, de nutrición, de salud y apoyo afectivo, y por lo tanto de seguridad vital para los más desfavorecidos. Esto es válido para todos los países, sea cual fuere su nivel de ingresos. El Programa de Alimentos Mundial estimó que 370 millones de niños ya no reciben sus comidas escolares debido al cierre de las escuelas. Dado que la mitad de los alumnos en el mundo no tiene acceso a una computadora desde sus casas, el riesgo de pérdida de aprendizaje durante este periodo resulta casi inevitable. La magnitud de esta pérdida dependerá de la eficacia de los dispositivos de sustitución ampliamente puestos en marcha. No obstante, en cualquier caso, estas soluciones nunca no podrán compensar del todo esta pérdida. A esto se añade el aislamiento social con respecto a los amigos y docentes, la ansiedad, el desplazamiento y, en los peores casos, la pérdida de seres queridos. Por esto, el balance psicológico del cierre de las escuelas empeora cada día.
No se trata simplemente de sopesar riesgos y ventajas. La prioridad absoluta es proteger la vida y el bienestar de las comunidades, incluidos los niños y el cuerpo docente. Aunque por ahora no se pueda anunciar ninguna fecha, hay que enfrascarse desde ahora en la planificación de la reapertura de las escuelas.
Se deben poner en marcha consultas y diálogos con los padres, docentes, alumnos y las comunidades en general, con miras a comprender cuáles son sus preocupaciones y de dar una respuesta a estas. De esta manera obtendremos la confianza y el apoyo indispensables para informar las políticas, la financiación y las medidas alternativas. La idea principal es que estas decisiones dependen del contexto y de la capacidad de los centros educativos para reducir el riesgo de transmisión y de incitar a tener comportamientos sanos. Las condiciones que deben evaluarse imperativamente son el acceso al jabón y al agua limpia, para que sea posible lavarse las manos, y las medidas de distanciamiento social. Para garantizar condiciones seguras, tal vez habrá que reducir también el número de alumnos en el terreno, instaurando un sistema de escolarización alterna – dando prioridad a los más pequeños o a los grupos específicos en particular – o adoptando un enfoque pedagógico mixto.
Una vez que se aborde la cuestión de la seguridad, se debe hacer hincapié en la vuelta al aprendizaje. Esto se llevará a cabo mediante la evaluación de los resultados obtenidos en el aprendizaje durante el cierre de las escuelas, la garantía del bienestar socioafectivo de los alumnos y las intervenciones centradas en cubrir la brecha mediante medidas correctivas. El apoyo proporcionado a los docentes y a su desarrollo profesional será decisivo para el éxito del proceso.
La reapertura de las escuelas durante la crisis mundial no significará un regreso a la normalidad. Tenemos que actuar no solo de manera diferente, sino mejor. Los alumnos más marginados ya corrían más riesgo a quedar rezagados debido a las modalidades de aprendizaje a distancia. Una vez más, se les debe conceder una atención prioritaria en todas las estrategias de regreso a la escuela. Los centros educativos deben demostrar creatividad para que retomen el camino de la escuela y acompañarlos durante el proceso. Esto puede dar lugar a que se adopten métodos pedagógicos flexibles, procedimientos con miras a ampliar el acceso de los niños que no estaban escolarizados anteriormente, a los niños desplazados y migrantes, a las minorías y a otras poblaciones excluidas. Para esto hay que tener en cuenta la cuestión relativa a las niñas y a las madres jóvenes, víctimas potenciales de estigmatización y de reglas discriminatorias de reintegración del sistema escolar privándolas de acceso a la educación. El riesgo de que determinados alumnos, sobre todo los de secundaria, ausentes durante mucho tiempo de la escuela, no vuelvan a regresar es muy grande. Hay que reducir este riesgo llevando a cabo una política pública enérgica, por ejemplo, mediante campañas de comunicación centradas en los alumnos más expuestos, cooperando con las familias y las comunidades o acordándoles becas.
Como indica el informe del Banco Mundial sobre las , debemos sacar provecho de las innovaciones y reunir las experiencias principales en cuanto a la utilización de las tecnologías en una escala sin precedentes para volver a una “nueva” normalidad. Esto podría marcar un hito en la utilización de las nuevas pedagogías con miras a solucionar la crisis del aprendizaje y a proponer modelos de aprendizaje más inclusivos y creativos. Ha llegado el momento de reconstruir para mejor, de hacer que los sistemas educativos sean más inclusivos y estén mejor preparados para superar las crisis que pudieran ocurrir en el futuro, fundamentalmente en materia de clima. Y, más que nunca, es el momento de proteger a la educación – y sus asignaciones presupuestarias – de las repercusiones socioeconómicas de la pandemia.
Porque aspiramos a que todas las escuelas vuelvan a abrir con toda seguridad y a tiempo, así como a preservar el derecho de todos los niños a la educación, el Banco Mundial, el Programa Mundial de Alimentos, el UNICEF y la UNESCO han aunado sus fuerzas para elaborar directivas que proporcionan consejos prácticos a las autoridades nacionales y locales para que puedan proteger la salud de los niños durante la reapertura de la escuela. El es un instrumento flexible destinado a los responsables de formular políticas y de la planificación. Este marco hace hincapié en los factores que harán que esta experiencia sea un éxito para los alumnos, los docentes, los directores de establecimientos, los padres y para la comunidad en general.
Los intereses de los niños son nuestro objetivo principal. Nuestro objetivo es volver a abrir escuelas mejores, más sanas y más seguras. Es la oportunidad de construir sistemas educativos más inclusivos, que acompañen a TODOS los niños en su aprendizaje, y más resilientes frente a las crisis futuras. Debemos sacar provecho de esta oportunidad.
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