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Bárbara: Nosotros hablamos mucho del aprendizaje creativo como una forma de aproximarnos a una experiencia de aprendizaje en la que promovemos que ocurran dos cosas: una, que exista un ambiente un escenario un sustrato que sea fértil para que niños, niñas y jóvenes puedan aprender los contenidos que tienen que aprender y a la vez ejercitar su creatividad y a eso nosotros le llamamos la clase de alto funcionamiento. Este es un modelo internacional donde los estudiantes aprenden más y mejor y a la vez ejercitan la creatividad a partir de cinco hábitos: la colaboración, la perseverancia, la imaginación, la curiosidad y la disciplina. La disciplina no entendida como estar callado o quieto en la sala de clase sino el manejo disciplinar, ir haciéndose mejor en alguna disciplina en particular y desarrollar las técnicas necesarias para que eso ocurra.

Rolf: Una clase de alto funcionamiento es una clase donde se involucra a los estudiantes desde lo social, lo emocional, lo intelectual y también desde el movimiento y el cuerpo. No hay una razón para que esto no suceda en cualquier aula de clase, hacer esto no cuesta más y tampoco requiere mucha infraestructura, no requiere tecnología. Hoy se cree que si no hay tecnología no hay innovación, eso no es cierto.  

Para Rolf Hitschfeld uno de los mayores desafíos ha sido que “en la escuela se ha instalado una desesperanza aprendida respecto a cambiar, nos pasa mucho encontrarnos con personas muy competentes muy preocupadas por sus estudiantes con hartos deseos de hacer cosas, pero como que están en un estado de desesperanza aprendida con respecto a lo que la escuela puede hacer o no puede hacer. Conversamos con ellos para identificar los espacios donde sí tienen poder y donde sí pueden cambiar cosas”.

Dentro de los aprendizajes más valiosos, Bárbara Elmudesi hace referencia al cambio de mentalidad que logran con los y las maestras, haciendo que se enfrenten al “desafío de enseñar y aprender desde otro punto de vista. Y ahí se hace evidente que ese otro punto de vista tiene muchas similitudes al proceso creativo por el que pasan artistas diseñadores, científicas, ingenieros. En el fondo son procesos de creación que en el mundo educativo se han dejado un poquito de lado y se ha transformado en algo más rutinario (…) La pregunta que nos hacemos constantemente es cómo los profesores pueden mirar su oficio pedagógico como un proceso creativo también, en el que ellos y los estudiantes pueden colaborar, perseverar, equivocarse y aprender para probar cosas nuevas”.

Para responder a esta última pregunta Rolf se explaya primero sobre cómo no debe ser la educación del futuro: “creo que hay un énfasis desmedido en acelerar a través de la tecnología procesos que son a ritmo y escala humana. Se quiere montar una capa de tecnología sobre una capa de pedagogía antigua, quisiera desvincular esa creencia que dice que tecnología y educación es el único camino que existe”. Y agregó: “nosotros imaginamos una educación con profesores reencantados con su profesión y con jóvenes apasionados por su aprendizaje y contentos de aprender. Desde esa dimensión humana del aprendizaje sabemos que las dificultades que tiene la escuela se empiezan a destrabar”.

Rolf concluye señalando que en este programa trabajan con artistas porque “hay mucho que incorporar en las escuelas del proceso de crear arte. Por ejemplo, el lenguaje artístico tiene muchas más herramientas para lidiar con la incertidumbre y con la complejidad. En este marco de la semana artística hay que destacar la importancia de este lenguaje en los procesos de enseñanza” a lo cual Bárbara agregó que “los mismos profesores se vuelven autores de sus clases y ese sentimiento de autoría, de pertenencia y de ver que algo que yo creé tiene un efecto positivo en otro, es super potente”.