Para Betsimar “la poesía es el lenguaje de las emociones” y por eso mismo la charla con ella estuvo cargada de momentos poéticos, de reflexiones en torno a la memoria emocional y la urgencia de enseñar de manera diferente este género en las aulas de clase.
Al inicio de la entrevista contó a la UNESCO que ella nació en la “frontera viva” entre Rubio, en el venezolano estado del Táchira, y el Norte de Santander en Colombia. Estuvo ligada al sueño del cambio entre los años 98 y 99 “cuando creímos que un cambio en la política, en la economía, en lo social, iba a generar una sociedad más justa más equitativa. Buscábamos esa utopía por eso creímos en Chávez”. Sin embargo, cuando Betsimar sintió que ese barco había perdido la ruta y que debía dar un golpe de timón, ella y cientos de jóvenes lo expresaron y fueron tildados de contrarevolucionarios, motivo por el cual migró a Colombia, con quien era su esposo en ese momento y sus tres hijos.
Después de estudiar literatura y de divorciarse se fue a vivir a Barichara, un pueblo en medio de las montañas del Cañón del Chicamocha en Santander, donde llegó con sus tres hijos y “veinte mil pesos en el bolsillo para fundar la vida nuevamente”. Para Betsimar volver a Venezuela no era una opción y decidió vivir de lo que sabía hacer: la poesía. Comenzó dando talleres y pronto la Casa el Libro Total en Santanter publicó su libro “Profesión de fe”. Gracias a esta obra comenzaron los viajes nacionales e internacionales para dar charlas magistrales.
Después, se radicó en Cali donde actualmente es la directora del Festival Internacional de Poesía y da clases sobre apreciación poética, el patrimonio cultural y la importancia de la memoria colectiva en la reconstrucción del tejido social a partir de la memoria, la poesía y la crónica.
¿Cómo es la relación de la poesía y la educación? ¿Qué le puede aportar la poesía a los procesos educativos de las nuevas generaciones?
Que bella pregunta, la poesía es el género menos estudiado en las aulas de clase, se estudia el cuento, la crónica, la noticia, la novela, el ensayo. Poca mirada se le da a la poesía. Pero ninguno de esos géneros podría sostenerse sin la poesía, todos los géneros son lo que son gracias al lenguaje poético. Qué sería de “Cien años de soledad” sin el lenguaje poético de Gabo, cuando el mismo Gabo decía que era su gran poema de largo aliento.
Hay una confusión que se ha perpetuado. Se cree que la poesía solo es un canto a lo bello al día de la madre, al día del árbol, al día de la patria, una cosa meramente pragmática en la que se pide un poema rimado para una celebración. Sin demeritar la poesía rimada, creo que es necesario que los profesores lo vean de otra manera, en donde la poesía sea posible escribirla en verso libre y como la expresión de un lenguaje primigenio de un lenguaje natural, de un lenguaje orgánico.
La poesía en el aula de clase es importante porque nos ayuda a despertar los sentidos, en esta posmodernidad que estamos viviendo los muchachos viven pegados a la tecnología todo el día, eso nos pone en automático y nuestros sentidos incluyendo el sentido de la intuición se va mermado. Ya poco olemos, observamos, contemplamos, escuchamos, sentimos, probamos o intuimos, empezamos a entrar en una suerte de parálisis de los sentidos. La poesía al abrir todos tus sentidos te hace despertar la conciencia y tumbar el paradigma de que el hombre es el centro del mundo.
Desde su experiencia como directora del festival de poesía de Cali y como una activa gestora cultural, ¿cómo ha afectado la pandemia al sector de la cultura y especialmente a la poesía y los poetas?
La poesía es de la proxemia, es de estar cerca, es un relato de lo que somos. Históricamente hemos hecho relatos alrededor del fuego, nos hemos sentado a conversar. Las sociedades ancestrales, las nacionales indígenas lo siguen practicando en sus malokas, encienden el fuego y alrededor de eso la palabra. Y eso los mantiene unidos. Sin embargo, la pandemia ha afectado mucho al sector de la cultura, ya que tuvieron que cerrar los lugares de encuentro como los teatros y los cafés. También nos afecta emocionalmente porque somos un cuerpo social.
Nunca antes la poesía había sido tan urgente, tan necesaria, como ahora durante la pandemia. En el 2020 tuvimos un festival en el que se conectó gente de todas partes del mundo y siguió la programación todo el día. No nos esperábamos esa respuesta del público, nos sorprendimos de ese resultado. La pandemia y el encierro te obliga a reflexionar sobre la necesidad del contacto humano, sobre la necesidad de hablar, sobre la necesidad de reconocernos en las emociones. La pandemia mal que bien ha servido para hacer un proceso de reflexión, de pensarse a sí mismo y la poesía la ayudado muchísimo.
Fragmento (Poema sin título de Betsimar Sepúlveda)
Y se va recogiendo uno a uno el canto
para hacerse memoria nocturna
de la mujer que empuja el pedal
del hombre que amansa la piedra.
Hombre y mujer saben que nunca les faltará el alba
si con ellos dos bastara para hacerse esféricos y constelados
en lo alto de un pájaro.