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Una educación sostenible se imparte en un bosque de niebla de un lugar emblemático de Colombia

Una atracción turística que estuvo de moda, y reinventada como plataforma cultural y de aprendizaje, se apoya en sus propios logros para satisfacer las necesidades de una población local creciente.

Establecida en un antiguo hotel histórico cerca del salto de 150 metros de altura de Tequendama, en el municipio de Soacha, a siete kilómetros del centro de Bogotá, la capital colombiana, la Fundación Granja Ecológica El Porvenir (la Fundación), se creó con el objetivo de informar a la comunidad local, así como a otras poblaciones ubicadas en un perímetro más vasto, sobre las cuestiones relativas al ecosistema, los recursos hídricos locales y el único bosque tropical de niebla que existe allí. La Fundación estuvo nominada al 2018.

Los programas de educación medioambiental se iniciaron en 1992 en una finca ecológica situada a proximidad del salto, en donde los visitantes podían informarse sobre la importancia de los recursos naturales de la región y mejorar sus conocimientos en materia de ecología. El sitio, que se encuentra en las márgenes del río Bogotá, es también la cuna sagrada del pueblo autóctono muisca que tuvo una función clave en su protección. La leyenda cuenta que el salto de Tequendama surgió cuando el dios muisca Bochica abrió las peñas con una vara.

María Victoria Blanco, directora y cofundadora que al principio vino como veterinaria para estudiar la flora y la fauna, se dio cuenta inmediatamente del potencial de este sitio como plataforma de aprendizaje, y desde entonces ha permanecido en él. Asimismo, ha sido testigo de su floreciente crecimiento. La Fundación, que surgió de manos de un grupo de profesionales independientes, fue creada en 2007, y en 2014 inauguró una en el sitio histórico que, junto a la finca, ha llegado mediante programas de sensibilización a más de un millón de niños, jóvenes y adultos. En el marco de sus actividades, la Fundación ha restaurado más de 12.000 metros cuadrados de bosque de niebla.

“En sus orígenes, en el siglo XIX, una estación de trenes era lo que atraía a la masa de veraneantes que venían para ver el salto, algo que fue determinante para la construcción del hotel”, afirmó María. “El hotel cayó en decadencia en los años 1980 hasta que llegó la Fundación con la idea de transformarlo en plataforma de aprendizaje sobre el medio ambiente natural. Todo comenzó realmente a cobrar forma en 1994 cuando se promulgó el primer decreto nacional sobre educación para el desarrollo sostenible. La región tiene tanta riqueza en cuanto a su biodiversidad única que un proyecto pedagógico era lo lógico”.

De hotel a museo medioambiental

Con el apoyo de la Unión Europea, se emprendió la enorme tarea de rehabilitar el edificio abandonado para convertirlo en museo.

La Fundación ha llevado también a cabo actividades de sensibilización sobre el río Bogotá que había sufrido daños por su proximidad a la capital. La región de Tequendama resulta muy interesante, en parte debido a la altura del salto que provoca que el agua sea sumamente oxigenada y que las condiciones para la biodiversidad resulten únicas. 

“Salimos al encuentro de las comunidades que viven cerca del río con el objetivo de implicarlas en nuestras soluciones en aras de sanearlo y protegerlo. Creamos un grupo de líderes y les proporcionamos información utilizando el ejemplo de ríos dañados a lo largo del mundo que habían sido restaurados con éxito. Ahora ya están en contacto permanente entre ellos para intercambiar novedades e informaciones”, afirmó María.

En 2014, el Gobierno colombiano reconoció de manera oficial la importancia de la región del salto de Tequendama como bien de interés cultural de ámbito nacional, y la región fue declarada parte del patrimonio en 2018.

“El centro tiene dos escenarios pedagógicos importantes: el museo interactivo y la granja-reserva ecológica. En los dos hacemos que los niños y jóvenes participen de manera simple, pero creativa. Disponen de libros para colorear y rellenar que se llevan luego a sus casas para transmitir el mensaje”, revela María.

“Al mismo tiempo, reforzamos las capacidades de los miembros de la comunidad local, y trabajamos con una docena de familias que poseen los mejores conocimientos sobre esta región para poder guiar e informar a los visitantes del centro. Yo soy una invitada más. En cambio, sus ancestros son de este lugar”, explicó María.

Son guías locales formados quienes llevan a los visitantes a recorrer el bosque para que puedan ver con sus propios ojos este bosque de niebla único que es un sistema vital de regulación del cambio climático y que ha sido restaurado desde el punto de vista ecológico para la reintegración de especies autóctonas tanto vegetales como animales. En la región viven muchos mamíferos, fundamentalmente perezosos y gatos monteses, así como diferentes especies de insectos y aves que han sido repertoriadas mediante inventarios que pudieron llevarse a cabo gracias a los vínculos sólidos establecidos con las universidades locales.

La Fundación trabaja también con la comunidad local para poner en marcha modelos de producción agrícola y de crianza sostenibles, en conformidad con las condiciones medioambientales y el presupuesto limitado de la mayoría de los campesinos. A la vez que se promueve una forma de pensamiento ecológico, esto demuestra cómo la conservación puede ser asociada a las oportunidades de ingreso, la salud y el bienestar.

Hacer frente al desafío de una población creciente

El próximo desafío importante será dar respuesta al rápido crecimiento de la población, que viene acompañado de construcciones importantes y amenazas suplementarias que pesan sobre el paisaje natural.

“Para nosotros, nuestro trabajo consiste en motivar a la sociedad civil. No somos el Gobierno, por mucho que contemos con su apoyo. Estamos convencidos de que como ciudadanos tenemos determinados derechos y deberes en lo relativo al medio ambiente”, afirmó María. “Esta región, que en el pasado fue estigmatizada y era víctima de numerosos problemas sociales, ha sido transformada en un lugar en donde las comunidades locales se sienten orgullosas de poder mostrársela a los otros.”

Además de la reforestación de un área de 10.000 metros cuadrados suplementarios y del desarrollo de nuevas áreas de exposición en el museo, también se prevé habilitar un jardín botánico en donde las personas puedan informarse acerca del ecosistema natural.  

Lo maravilloso es que hemos devuelto la vida a algo que nadie quería realmente y que hoy hemos alcanzado una fase en que el propio Estado nos protege y estimula”, afirmó María.

La educación es esencial para la utilización sostenible y equitativa de la biodiversidad y su conservación. Proporciona a las personas, a las comunidades y a la población del mundo en general la comprensión, las competencias y las actitudes necesarias para integrar las cuestiones relativas a la biodiversidad en sus vidas y prácticas cotidianas. La UNESCO apoya en el marco de su programa de y de su programa interinstitucional de puesto en marcha por la Secretaría del Convenio sobre la Diversidad Biológica.