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Xtal xbat - Va y viene: el Patrimonio Cultural Inmaterial y la lengua

Por Enrique Pérez López,
Director general de extensión universitaria, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas
La tierra es una metáfora, es imagen y significado de casa-morada. El osil balamil –espacio territorio- es puerta donde entra y sale al mundo el Ser, dentro de él se forja el ch’ulel, el espíritu, la conciencia profunda que se nutre, construye y fortalece en este espacio vital. La tierra como casa-morada es nuestro lugar de formación, de entendimiento de la vida, un lugar donde se siembran y cultivan nuestros valores fundamentales que nos hace Ser seres humanos (Comisariado de Bienes Comunales, 2008).
Inicio este texto citando el pensamiento de mis paisanos tsotsiles de Chenalhó, Chiapas, sobre lo que significa la tierra y el territorio, porque la cultura y la lengua los necesitan para reproducirse, para significarse. A partir de ahí se nombra lo que existe. Este no es un texto académico, es un escrito vivencial de uso de la lengua y la reproducción y transmisión generacional del patrimonio cultural inmaterial, y para articular las ideas recurro a momentos en donde se ejemplifica y toma sentido el binomio lengua-cultura.
El espacio comunitario en donde se discuten las ideas y se toman los acuerdos se le llama tsobajel, son las reuniones o encuentros, lugar en donde se privilegia la palabra para expresar nuestras razones y pensamientos, es un espacio en donde escuchar es requisito y expresar las palabras que emergen de la mente y el corazón son una razón del estar ahí, está destinado para arreglar y ordenar nuestra palabra, cuando se logra, entonces se considera que ha quedado ordenado y arreglado, en tsotsil se dice tusanbil chpanbil kom.
A propósito de las reuniones, citaré para argumentar la idea de lengua y cultura que expongo aquí, una que no estaba realizándose en el interior de la comunidad. “No importa la cultura, lo que importa es la lengua, con que se enseñe en la escuela es todo”, fue una expresión que soltaron en un taller que impartí a un grupo de docentes bilingües. La frase interrumpió la exposición que ejemplificaba la utilización de la lengua en la celebración de Todos los Santos, actividad cultural de importancia para las comunidades tradicionales que se esmeran preparando todos los rituales para la Fiesta de las Almas -’i&Բ;’u- en la lengua tsotsil; celebración que nutre la creencia, el sentir ante la vida y la muerte porque nos revive la memoria de nuestros ancestros (Pérez-López, 2014). Se considera de estrecha relación entre los vivos y los muertos, cada uno ofrenda, aboga o intercede aquí en la tierra o en el inframundo, establece la reciprocidad más allá de la vida, de ahí la importancia de los actos rituales y ofrendas en donde el maíz, las flores, los alimentos y las bebidas son fundamentales para que este pacto siga vigente.
La interrupción obligó a pensar y sentir la relación de la lengua con la cultura ya que ambas se dan sentido y significado. Pensar en hacer sentir a quien lanzó la expresión era algo necesario, los hablantes de lenguas indígenas o al menos los tsotsiles, decimos cuando vamos a expresar nuestras palabras ante otros ٲ&Բ;첹&Բ;’e&Բ;’eܰ&Բ;’e&Բ;DZ&Բ;’o -diré una o dos palabras del contenido de mi mente y corazón (Arias, 1990). Entonces el uso de la palabra tiene como finalidad compartir el pensamiento, las ideas, los sentimientos, lograr que lo que se exprese llegue a la otra persona de tal forma que la induzca al intercambio de las ideas y compartir los sentimientos. Eso intenté hacer.
Aseverar que la lengua y la cultura son dos actos humanos indisolubles es porque la primera nombra al hecho o fenómeno cultural, en tanto ésta representa lo que la palabra nombra. Así, se propuso un ejercicio a los asistentes, sabiendo que la mayoría de ellos vivía en la ciudad y que muchas prácticas de la comunidad ya no las llevaban a cabo, necesitaba un ejemplo de la interacción entre la lengua y la cultura. Indiqué que mencionaría una palabra en tsotsil. Pedí que me indicaran qué era para ellos y cómo se realizaba el tukulajel. La primera reacción fue la sorpresa o la duda; alguien mencionó que lo había escuchado alguna vez de su abuelita, pero ya no recordaba qué era o qué significaba.

La palabra tukul, es equivalente en español a lo que se llama trueque: intercambio de un producto por otro estimando que sea un valor similar. La realización del trueque se denomina tukulajel, en lengua tsotsil. Los participantes indicaron que eso ya no se llevaba a cabo, que ya no se usaba esa manera de intercambio y esto de cierta manera permite ejemplificar que las palabras dejan de tener sentido cuando se pierde la práctica cultural (anteriormente el trueque era una manera de intercambio comercial entre las personas de muchas comunidades, hoy ya solo en algunos lugares se practica). De esta actividad se obtuvo la conclusión de que la lengua tiene sentido cuando existen actos, prácticas, objetos, artefactos, recursos que se nombran y usan, en tanto que, cuando se interrumpen, las palabras poco a poco van quedando en el olvido. Lo anterior nos permitió comprender un hecho: que la lengua y la cultura son indisolubles. No se puede nombrar lo que no se hace, y lo que se hace pierde significado cuando no se le nombra. Al menos esta fue una primera reflexión.
La idea de que la lengua puede existir por sí misma sin las prácticas culturales, en cierta forma es consecuencia de las políticas en materia de lenguas y culturas, sucediendo lo que Bayardo señala “las políticas culturales, como intervenciones orientadoras del desarrollo simbólico, contribuyen a establecer el orden y la transformación legítimos, la unidad y la diferencia válidos, las identidades locales…” (Bayardo, 1997). Esto sucede porque se valoran más algunos elementos, se promuevan unos y se niegan otros; las políticas culturales se convierten en preservación de algunos elementos que identifican a las sociedades, como en el caso en donde algunos consideran que la lengua se basta por sí sola para su continuidad, descartando que la lengua es “vehículo del patrimonio cultural inmaterial” (UNESCO, 2003), y en ella viajan los conocimientos y saberes a lo largo del tiempo y las generaciones.
Nombrar lo que existe alrededor del ser humano es un acto de desarrollo intelectual y cognitivo; los tsotsiles dicen que la adquisición del lenguaje es el momento de llegada de la conciencia, comenzar a nombrar lo que sucede, lo que se ve, se palpa y se toca, es tener noción de la realidad y aprender a nombrarla propicia el desarrollo del pensamiento. Diferentes investigaciones dan cuenta de esto, como el de Lourdes de León Pasquel, quien ha centrado sus estudios entre los tsotsiles de Zinacantán; señala: “Entre los tzotziles de Zinacantán, Chiapas, la expresión de ta xtal xa xch’ulel ‘ya viene su alma’ se refiere al proceso por el que atraviesa un infante para convertirse en “persona”, proceso que implica la capacidad gradual de atender, entender, comunicar, participar y actuar…” (De León, 2005).
Adquirir el habla es una etapa importante para los tsotsiles, ya que la definición de persona o ser humano en esta lengua es&Բ;᳦’i&Բ;’o, el que – crece y habla- (Pérez-López, 2017), significa poseer la cualidad de interactuar con el mundo, primero, nombrando a lo próximo y tangible, luego se nombrarán cosas más lejanas y aquellos sucesos inmateriales y subjetivos. En este sentido, la lengua se constituye en un sistema de codificación, clasificación, ordenamiento y entendimiento de las cosas, en tanto que es un sistema simbólico, una urdimbre de significados (Geertz, 2003).
En las largas conversaciones que sostenemos durante el corte de café, por ejemplo, hablamos de cómo nosotros nombramos todo lo que existe, en tsotsil decimos sbiiltasel osil banamil -nombrar la tierra y el espacio- esto incluye tanto lo que hay en el interior como en la superficie terrestre, así como en el espacio. Así desde las lenguas originarias nombran y definen su patrimonio cultural material e inmaterial, expresan los ámbitos en que la UNESCO (2003) ha categorizado el Patrimonio Cultural Inmaterial, se narran los usos y expresiones orales, se transmiten y cuentan contenidos y significados de las artes de la representación (danzas, teatro ritual-ceremonial, circo tradicional, entre otros), se cuentan y Բñ&Բ;los usos sociales y actos rituales; se nombra y transmite generacionalmente los conocimientos de la naturaleza, sus usos y significados, así como las técnicas artesanales, juntos con sus artefactos y recursos que lo hacen posible. La estrecha relación hombre-naturaleza se traduce en ceremonias, se ofrendan a los dueños de las montañas, los ríos, las aguas, las grutas, y cuando estos actos se hacen y se dicen pensándolo y expresándolo desde las lenguas originarias, tienen significación profunda, porque se pronuncian desde el idioma en que se concibieron.
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Arias, J. 1990. El mundo numinoso de los Mayas: esructura y cambios contemporáneos. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas: Talleres Gráficos del Estado.
Bayardo, R. 1997. Antropología, identidad y políticas culturales. Recuperado en: http:/íܱDz/Գپ岹/01.ٳ&Բ;
Comisariado de Bienes Comunales. 2008. ¿Qué es la madre tierra para nosotros los pedranos?, Chenalhó, Chiapas: Comunidad.
De León , L. 2005. La llegada del alma: lenguaje, infancia y socialización entre los mayas de Zinacantán. México: CIESAS.
Geertz, C. 2003. La Interpretación de las culturas. Barcelona, España: Gedisa.
Pérez-López, E. 2014. Pasos y palabras del Talel kuxlejal en los espacios urbanizados del pueblo tsotsil. En INAH, (Ed.), 20 años del Documento de Nara. Memoria del Coloquio Internacional. (págs. 25-40). Guadalajara, Jalisco: INAH.
Pérez-López, E. 2017. Estudio: Pueblos indígenas en el siglo XXI. Tsotsiles. México: CDI.
UNESCO. 2003. Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. París, Francia: UNESCO.