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Historia

Elijo sanar: la historia de una mujer que transformó el dolor en fuerza

Mi nombre es Patricia Cuichan. A los ocho años fui víctima de abuso sexual. Sufrí maltrato psicológico y físico. Son heridas que marcaron mi historia, pero no permití que me definieran. Decide reconstruirme.

Desde niña, siempre quise superarme. Fui una de las mejores estudiantes de mi escuela y me gradué en corte y confección, destacando en concursos anuales. Soñaba con ser médica o conferencista para cuidar y empoderar a otras mujeres. Sin embargo, circunstancias difíciles me obligaron a formar un hogar a los 16 años. La falta de comunicación familiar y la presión del entorno interrumpieron momentáneamente mis planes. Me convertí en madre joven, con la salud quebrantada y enfrentando decisiones dolorosas. La vida no fue fácil, pero nunca dejé de soñar.

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Siempre he sentido pasión por emprender. He dado talleres de nutrición y liderazgo, aunque enfrenté barreras machistas, incluso en espacios religiosos, donde se esperaba que me limitara a roles tradicionales. También viví acoso y desmotivación, pero no me rendí. He liderado procesos de sensibilización sobre el cuidado del medio ambiente y la equidad de género, brindando charlas en escuelas, comunidades y parques. Además, colaboré con la Cruz Roja en campañas de donación de sangre, concienciando sobre la importancia de donar de forma voluntaria.

He avanzado impulsada por la pasión por mi trabajo, pero también gracias a mi madre, que siempre me sostuvo. En los momentos más oscuros, sus palabras me acompañaban: “Yo creo en ti, tú puedes.”

Hace ocho años decidí dejar mi comunidad y comenzar una nueva historia en Quito. Allí retomé los estudios y culminé el bachillerato. Luego me formé como auxiliar de enfermería y obtuve certificaciones en coaching y crecimiento personal. En paralelo, participé como voluntaria en varias organizaciones. Fue en ese camino de búsqueda personal que apareció una oportunidad que cambiaría mi vida: participar en la Escuela Mujeres Rizomas de Vida, impulsada por la UNESCO. En ese momento atravesaba profundas pérdidas emocionales. No me sentía lista, pero dije que sí. Y fue una de las mejores decisiones que he tomado.

La Escuela Mujeres Rizomas de Vida no fue solo un espacio de formación, sino de transformación. Aprendí sobre ecosistemas, leyes y derechos de las mujeres; pero, sobre todo, aprendí de las otras mujeres que compartían su vida conmigo: mujeres del manglar, valientes, generosas, resilientes. Verlas avanzar, a pesar de no tener siquiera servicios básicos, me conmovió profundamente. Me vi reflejada en ellas, y en ese reflejo comencé a reconocerme.

Gracias a la Escuela y al acompañamiento de su coordinadora, pude nombrar mis dolores, resignificar mi historia y fortalecer mi liderazgo. Por eso decidí replicar lo aprendido en mi comunidad, con un enfoque especial en los derechos de las mujeres. No quiero que otras vivan en silencio lo que yo viví.

También colaboré en el módulo de trabajo en campo, porque desde pequeña he estado comprometida con la protección del medio ambiente. Hoy estudio Administración de Empresas y sigo soñando con ser conferencista y tener mi propio emprendimiento.
La Escuela Mujeres Rizomas de Vida me devolvió la fuerza para decir: “Yo sí puedo.” Me hizo más empática, más resiliente, más consciente. Y aunque fue una escuela para mujeres, sueño con que algún día también incluya a hombres. Porque ellos también sufren, también necesitan sanar, también pueden aprender. Solo juntos —desde el respeto, la empatía y la equidad— podremos construir justicia para todas y todos.

Mi historia no es solo mía. Es la historia de muchas. Y por eso la cuento. Para que ninguna mujer más tenga que callar. Para que todas podamos florecer —como rizomas— desde las raíces más profundas, hacia un futuro más justo y libre.
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El proyecto “Escuela de Mujeres Recolectoras y Pescadoras Rizomas de Vida” fue organizado por la Coordinadora Nacional para la Defensa del Ecosistema Manglar (C-CONDEM) y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), con el apoyo de la UNESCO. Esta iniciativa se llevó a cabo entre mayo y noviembre de 2024, con el objetivo de ofrecer soluciones transformadoras a los desafíos que enfrentan las mujeres de las comunidades costeras del país, con una visión de género y adaptada a los contextos locales.
Gracias al apoyo de la UNESCO, se garantizó la participación de dos mujeres de las comunidades del manglar en la Reserva de Biosfera del Macizo del Cajas en la Escuela Rizomas de Vida. Esta acción forma parte del Programa Hombre y la Biosfera de la UNESCO y el proyecto regional MangRes sobre la restauración de manglares como una solución basada en la naturaleza.
En el año 2025, la UNESCO ha gestionado la Escuela Mujeres Rizomas de Vida fase II.